lunes, 21 de julio de 2014

Fecha de Noticia: 20/07/2014

Instan a promover los talentos para combatir a mediocres


Por Hugo Ruiz Olazar del Diario Abc, Color


El filósofo Mario Ramos Reyes, catedrático de la Universidad de Kansas, rescata el pensamiento de cuatro intelectuales ya desaparecidos, Adriano Irala Burgos, Secundino Núñez, Luis Meyer y Andrada Nogués en su nueva obra “Los que se fueron”. En esta entrevista hace un llamado a promover gente íntegra y talentosa para hacer frente a la mediocridad y la inmoralidad que se apoderan poco a poco de nuestras instituciones.
Foto Cortesia de Abc, Color

Mario Ramos Reyes: “Se requiere de instituciones para desarrollar el talento”. / ABC Color



–¿Cuántos años en Estados Unidos?

–Más de 22, la mayor parte en Kansas City, donde dirijo la carrera de Filosofía en la universidad. Estuve un tiempo en la Cancillería por un año y medio como asesor de Relaciones Internacionales en el 98.

–¿Su especialidad?

–Estudié un masterado y doctorado en Filosofía de la Educación y Filosofía Política. Mi especialidad es Filosofía Política y Ética. Hice un doctorado sobre el Pensamiento Político de América Latina.

–¿Sobre quiénes?

–Se inicia con los próceres de la Independencia latinoamericana, por ejemplo, Alberdi, Lastardi en Chile. Ellos generan todo un pensamiento que trata de formular la estructura política de las Américas. Entre ellos está el mismo Bolívar, Andrés Bello, entre otros, Sarmiento más adelante, intelectuales influenciados por las ideas libertadoras de Francia y el pensamiento económico de Inglaterra.

En la primera parte del siglo XX, por citar, vienen los nacionalistas, por ejemplo Vasconsellos en México, en Paraguay Natalicio González. Surgen los primeros profesionales de la Filosofía como el mexicano Leopoldo Zea. Yo hice mi tesis de maestría en el pensamiento de Leopoldo Zea.

Mi doctorado también se basa en la conformación del pensamiento social cristiano, la influencia de los franceses como Jacques Maritain, quien influenció decisivamente en Eduardo Frei (Chile), en Rafael Caldera (Venezuela). También estudié el florecimiento del pensamiento social cristiano, en el Paraguay, su apogeo en los sesenta y setenta y su declinación a partir de los ochenta.

–Eran los tiempos de plena dictadura. Los intelectuales se cobijaron en la Iglesia.

–Fue un refugio de la libertad, una alternativa al fascismo, al populismo.

–La tercera vía que le llamaban.

–“Pececitos rojos en agua bendita”, los llamaban en la época. Hubo interrupciones por gobiernos militares o el populismo. Fue toda una época hoy olvidada un poco desde el punto de vista intelectual. Todo se hace muy confuso hasta los ochenta cuando advienen las nuevas democracias.

–En el Paraguay no era fácil promover el pensamiento libre. ¿Por qué eligió a los cuatro paraguayos (Adriano Irala Burgos, Secundino Núñez, Luis Meyer y Luis Andrada Nogués)?

–Nuestra juventud tiene poca memoria de aquellos años difíciles. Estas son personas que han formado generaciones. Son la base de mi propia formación.

Fueron ciudadanos valiosos, ejemplares, de quienes la sociedad no puede olvidarse. Sus obras están allí. Se trata de gente talentosa que nos han transmitido su pensamiento libre en plena dictadura, gente que con valentía y coraje han resistido al totalitarismo.

–¿Qué rescata de Irala Burgos?

–Conocí a través de él el pensamiento cristiano en una época dura del Paraguay. El pensamiento cristiano tenía una densidad infinita y de resistencia a la opresión de la época. Seguí Filosofía gracias a él, en un tiempo en el que esta materia, como otras humanidades, eran sinónimo de subversión para el Gobierno.

Me acuerdo de su artículo “El nene de papá”, donde hace una descripción de los hijos del poder, todos ellos con derechos pero sin ninguna obligación. Es una descripción de los jóvenes de los ochenta. En su lenguaje, que hilaba fino, describía al stronato con una valentía, pedagogía y un compromiso de filósofo, para mostrar al público la realidad sin escudarse detrás de la universidad.

–¿Y Núñez?

–Dentro y fuera de la facultad, con él profundicé la Filosofía Cristiana, la Filosofía Política. Iba a su casa de Lambaré, donde me ayudaba a comprender y a profundizar la filosofía, la ética y también la teología. Secundino tenía un conocimiento magnífico de la realidad paraguaya. Era un filósofo campesino, con un gran amor por la patria, la lengua, nuestra gente. Era un karai guasu íntegro en todo sentido.

Insistía en la formación del ciudadano, el rol del Estado, los límites del poder, las características del político, el rol de la fe en la política, la función de las sociedades intermedias en el sentido de la comunidad, de la solidaridad, etc.

Trataba de hacer una suerte de educación pedagógica ciudadana para que la gente en sí misma tome conciencia de su destino. Si había algo en Secundino era su rechazo a la imposición. Promovía el sentido de autogobierno, la auténtica democracia.

–¿Qué le llamó la atención de Meyer?

–Tenía una cultura humanística extraordinaria. Conocía no solo cuestiones eclesiales. Formó parte de movimientos laicos durante la dictadura. Comprendí la realidad de cómo se encarnaba la lucha histórica del Paraguay de la mano de él. Tenía un sentido de la organización y de la visión del Estado, un sentido de síntesis envidiable. Conocía mucho el sentido de la cultura y la tradición de la Iglesia. Fue fundamentalmente un hombre de Iglesia. Asumía con mucha sencillez , naturalidad y sin estridencia su papel de liderazgo.

–¿Andrada?

–Con Luis Andrada Nogués me unió una gran amistad. Estuve cerca de sus luchas contra la dictadura. Era más jurista, polemicista. Tenía un gran sentido de la moral en la política. Fue un hombre de principios.

–Fue el que cuestionó duramente la presidencia de Lugo.

–Él vio incompatible que un obispo como Lugo sea presidente. Escribió una serie de textos muy reveladores. La gente con el tiempo los ha olvidado: “El obispo y la mitra abandonada” se llamaba su libro, denso pero testimonial. Hizo un análisis del derecho canónico y del derecho constitucional. No lo hizo por una cuestión de orden personal, sino de orden jurídico. En muchos aspectos fue profético.

–¿Se acabaron los intelectuales en nuestro país?

–Yo estoy seguro que hay mucho talento.

–¿Están todos comprados por eso no se ven?

–No sé. Pero existe talento. Se requiere de instituciones para desarrollar el talento: centros de investigación independientes en el orden económico-financiero para no ser influenciados con el chantaje del poder, de modo a generar un pensamiento creativo que no responda a los intereses de nadie.

–Lo que resaltan son los analfabetos en vez de los intelectuales. El Congreso es la caja de resonancia.

–Es la prueba de la falta de institucionalidad. Las universidades tienen que dar un salto de calidad. Esa falta de institucionalización genera que no haya un pensamiento creativo y una educación que realmente formen a esos políticos, diputados y senadores.

–Hasta en la época stronista había intelectuales en el Congreso, solo que estaban amoldados a cambio de privilegios.

–Los partidos tienen que nutrirse de intelectuales para explicar las ideologías, las posturas, las políticas públicas. En los partidos hay una crisis real. No hay un pensamiento claro. El pensamiento es confuso, homogéneo, fragmentado. Hay políticos muy limitados en el conocimiento.

–(El diputado) Portillo es el emblema.

–Hay una diferencia sustancial entre un Eligio Ayala y ciertos diputados del Partido Liberal y viceversa. Dentro de la tradición colorada se ha perdido un poco esa sustancia de ideas que dan un sentido denso y atractivo a la política.

–Los debates de (el colorado) Hipólito Sánchez Quell y (el liberal) Justo Pastor Benítez pasaron a la historia.

–Eran de alto nivel. La formación de ambos fue previa a la llegada de Stroessner. Se formaron en tiempos de libertad. Pero no hay que desesperarse. Este asunto no es un fenómeno exclusivo del paraguayo. La política como tal tiende a la tecnificación. Los técnicos le han sacado sabor a la política misma. En EE.UU. también es así. Se saca un poco el contacto a la realidad cultural. Entre los europeos es un poco menos. Tenemos que recuperar la dimensión humana de la política.

–¿Qué recomienda para fomentar los talentos?

–Centros de formación académica o de formación ideológica. Los partidos tienen que tener sus centros de formación histórica, para analizar las raíces, la historia del partido, la memoria histórica. La memoria de una institución recobra la identidad, recobra lo que son. Puede uno ir cambiando y recreando, pero sin esa autoconciencia es difícil. Requiere de educación y esa educación necesita cierta inversión y cierto tiempo. No puede haber tampoco una generación de pensadores, de intelectuales de la noche a la mañana. Puede llevar de 10 a 12 años.

–¿Cuál es su análisis de los gobernantes que usan su popularidad para cambiarse al autoritarismo?

–Si no hay una preparación de autoconciencia institucional, inmediatamente pueden surgir populismos que pueden vender cualquier cosa superficial y pasajera o fundamentalismos. Atrae muy rápido a la gente. Los líderes tienen que ser servidores y no caer en la inmoralidad de servirse de la cosa pública. Eso requiere de formación sólida. Quizás lo que nos chantajea un poco es la urgencia. Queremos las cosas inmediatamente. Por eso aparecen los líderes iluminados que terminan destruyendo la economía de sus países, al tiempo de restringir las libertades.

En América Latina, las influencias de la democracia vienen por vía rusoniana (de Rousseau). Más que en los límites del poder se enfatiza en la democracia en términos de números.

–En las mayorías.

–Las mayorías cuando llegan al poder tienden a justificar las propias mayorías y dejar de lado las instituciones que protegen a las minorías. Porque son mayorías se creen con derecho de modificar las leyes de acuerdo a sus propios intereses y establecer constituciones conformes a esos intereses y proteger a aquellos caudillos que promueven esas mayorías. Entonces, tenemos sistemas populistas como los que conocemos, el chavismo y sistemas parecidos que gobiernan varios países de nuestra región. Se amoldan conforme a sus intereses “revolucionarios”. Existe la primacía del hecho político populista, digamos, por sobre el estado de derecho. Es una forma donde prima una “voluntad popular” que no tiene razonabilidad conforme a un sistema constitucional con base en ciertas ideas donde se tiene que proteger el derecho a las minorías, a las libertades y sobre todo el recambio de poder.

–Hay intelectuales que justifican estos caudillos tramposos.

–Es una influencia muy sudamericana y mexicana también.

A lo largo de la historia ha habido, es cierto, intelectuales que han justificado estos autoritarismos. En el Paraguay mismo, todos conocemos al stronista González Alsina.

–Se cambian de la izquierda absoluta a la ultraderecha sin ningún problema, por prebendas y canonjías.

–Yo creo que el tema pasa por la honestidad del intelectual, de tratar de vivir una vida con cierta integridad. Eso implica coraje, valentía, pobreza, exilio intelectual, distanciarse de intereses crematísticos, materiales... No siempre existe esa grandeza, por una cuestión de sobrevivencia o de ambición. Por eso se cobijan en el poder con el fin de obtener alguna figuración o de privilegios y canonjías.

Nuestra juventud tiene poca memoria. Estas son personas que han formado generaciones.

Tratar de vivir una vida con cierta integridad implica coraje, valentía, pobreza, exilio intelectual.

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